martes, 31 de mayo de 2016

ACUERDATE

Acuérdate de Urbano Gómez, hijo de don Urbano, nieto de Dimas, aquél que dirigía las pastorelas y que murió recitando el "rezonga ángel maldito" cuando la época de la gripe. De esto hace ya años, quizá quince. Pero te debes acordar de él. Acuérdate que le decíamos "el Abuelo" por aquello de que su otro hijo, Fidencio Gómez, tenía dos hijas muy juguetonas: una prieta y chaparrita, que por mal nombre le decían la Arremangada, y la otra que era rete alta y que tenía los ojos zarcos y que hasta se decía que ni era suya y que por más señas estaba enferma del hipo. Acuérdate del relajo que armaba cuando estábamos en misa y que a la mera hora de la Elevación soltaba un ataque de hipo, que parecía como si estuviera riendo y llorando a la vez, hasta que la sacaban fuera y le daban tantita agua con azúcar y entonces se calmaba. Esa acabó casándose con Lucio Chico, dueño de la mezcalera que antes fue de Librado, río arriba, por donde está el molino de linaza de los Teódulos.
Acuérdate que a su madre le decían la Berenjena porque siempre andaba metida en líos y de cada lío salía con un muchacho. Se dice que tuvo su dinerito, pero se lo acabó en los entierros, pues todos los hijos se le morían recién nacidos y siempre les mandaba cantar alabanzas, llevándolos al panteón entre música y coros de monaguillos que cantaban "hosannas" y "glorias" y la canción esa de "ahí te mando, Señor, otro angelito". De eso se quedó pobre, porque le resultaba caro cada funeral, por eso de las canelas que les daba a los invitados del velorio. Sólo le vivieron dos, el Urbano y la Natalia, que ya nacieron pobres y a los que ella no vio crecer, porque se murió en el último parto que tuvo, ya de grande, pegada a los cincuenta años.
La debes haber conocido, pues era muy discutidora y cada rato andaba en pleito con las vendedoras en la plaza del mercado porque le querían dar muy caros los jitomates, pegaba gritos y decía que la estaban robando. Después, ya pobre, se le veía rondando entre la basura, juntando rabos de cebolla, ejotes ya sancochados y alguno que otro cañuto de caña "para que se les endulzara la boca a sus hijos". Tenía dos, como ya te digo, que fueron los únicos que se le lograron. Después no se supo ya de ella.
Ese Urbano Gómez era más o menos de nuestra edad, apenas unos meses más grande, muy bueno para jugar a la rayuela y para las trácalas. Acuérdate que nos vendía clavellinas y nosotros se las comprábamos, cuando lo más fácil era ir a cortarlas al cerro. Nos vendía mangos verdes que se robaba del mango que estaba en el patio de la escuela y naranjas con chile que compraba en la portería a dos centavos y que luego nos las revendía a cinco. Rifaba cuanta porquería y media traía en el bolso: canicas ágata, trompos y zumbadores y hasta mayates verdes, de esos a los que se les amarra un hilo en una pata para que no vuelen muy lejos. Nos traficaba a todos, acuérdate.
Era cuñado de Nachito Rivero, aquel que se volvió tonto a los pocos días de casado y que Inés, su mujer, para mantenerse tuvo que poner un puesto de tepeche en la garita del camino real, mientras Nachito se vivía tocando canciones todas refinadas en una mandolina que le prestaban en la peluquería de don Refugio.
Y nosotros íbamos con Urbano a ver a su hermana, a bebernos el tepeche que siempre le quedábamos a deber y que nunca le pagábamos, porque nunca teníamos dinero. Después hasta se quedó sin amigos, porque todos al verlo, le sacábamos la vuelta para que no fuera a cobrarnos.
Quizá entonces se vio malo, o quizá ya era de nacimiento.
Lo expulsaron de la escuela antes del quinto año, porque lo encontraron con su prima la Arremangada jugando a marido y mujer detrás de los lavaderos, metidos en un aljibe seco. Lo sacaron de las orejas por la puerta grande entre el risón de todos, pasándolo por una fila de muchachos y muchachas para avergonzarlo. Y él pasó por allí, con la cara levantada, amenazándolos a todos con la mano y como diciendo: "Ya me las pagarán caro".
Y después a ella, que salió haciendo pucheros y con la mirada raspando los ladrillos, hasta que ya en la puerta soltó el llanto; un chillido que se estuvo oyendo toda la tarde como si fuera un aullido de coyote.
Sólo que te falle mucho la memoria, no te has de acordar de eso.
Dicen que su tío Fidencio, el del molino, le arrimó una paliza que por poco y lo deja parálisis, y que él, de coraje, se fue del pueblo.
Lo cierto es que no lo volvimos a ver sino cuando apareció de vuelta aquí convertido en policía. Siempre estaba en la plaza de armas, sentado en la banca con la carabina entre las piernas y mirando con mucho odio a todos. No hablaba con nadie. No saludaba a nadie. Y si uno lo miraba, él se hacía el desentendido como si no conociera a la gente.
Fue entonces cuando mató a su cuñado, el de la mandolina. Al Nachito se le ocurrió ir a darle una serenata, ya de noche, poquito después de las ocho y cuando las campanas todavía estaban tocando el toque de Ánimas. Entonces se oyeron los gritos y la gente que estaba en la Iglesia rezando el rosario salió a la carrera y allí los vieron: al Nachito defendiéndose patas arriba con la mandolina y al Urbano mandándole un culatazo tras otro con el máuser, sin oír lo que le gritaba la gente, rabioso, como perro del mal. Hasta que un fulano que no era ni de por aquí se desprendió de la muchedumbre y fue y le quitó la carabina y le dio con ella en la espalda, doblándolo sobre la banca del jardín donde se estuvo tendido.
Allí lo dejaron pasar la noche. Cuando amaneció se fue. Dicen que antes estuvo en el curato y que hasta le pidió la bendición al padre cura, pero que él no se la dio.
Lo detuvieron en el camino. Iba cojeando, y mientras se sentó a descansar llegaron a él. No se opuso. Dicen que él mismo se amarró la soga en el pescuezo y que hasta escogió el árbol que más le gustaba para que lo ahorcaran
Tú te debes acordar de él, pues fuimos compañeros de escuela y lo conociste como yo.
JUAN RULFO
BIOGRAFIA
Juan Rulfo
(Apulco, Jalisco, 1918 - Ciudad de México, 1986) Escritor mexicano. Un sólo libro de cuentos, El llano en llamas (1953), y una única novela, Pedro Páramo (1955), bastaron para que Juan Rulfo fuese reconocido como uno de los grandes maestros de la narrativa hispanoamericana del siglo XX. Su obra, tan breve como intensa, ocupa por su calidad un puesto señero dentro del llamado Boom de la literatura hispanoamericana de los años 60, fenómeno editorial que dio a conocer al mundo la talla de los nuevos (y no tan nuevos, como en el caso de Rulfo) narradores del continente.

Nacido en Apulco, en el distrito jalisciense de Sayula, Juan Rulfo creció entre su localidad natal y el cercano pueblo de San Gabriel, villas rurales dominada por la superstición y el culto a los muertos, y sufrió allí las duras consecuencias de las luchas cristeras en su familia más cercana (su padre fue asesinado). Esos primeros años de su vida habrían de conformar en parte el universo desolado que Juan Rulfo recreó en su breve pero brillante obra.
En 1934 se trasladó a Ciudad de México, donde trabajó como agente de inmigración en la Secretaría de la Gobernación. A partir de 1938 empezó a viajar por algunas regiones del país en comisiones de servicio y publicó sus cuentos más relevantes en revistas literarias. En los quince cuentos que integran El llano en llamas (1953), Juan Rulfo ofreció una primera sublimación literaria, a través de una prosa sucinta y expresiva, de la realidad de los campesinos de su tierra, en relatos que trascendían la pura anécdota social.
En su obra más conocida, Pedro Páramo (1955), Rulfo dio una forma más perfeccionada a dicho mecanismo de interiorización de la realidad de su país, en un universo donde cohabitan lo misterioso y lo real; el resultado es un texto profundamente inquietante que ha sido juzgado como una de las mejores novelas de la literatura contemporánea.
El protagonista de la novela, Juan Preciado, llega a la fantasmagórica aldea de Comala en busca de su padre, Pedro Páramo, al que no conoce. Las voces de los habitantes le hablan y reconstruyen el pasado del pueblo y de su cacique, el temible Pedro Páramo; Preciado tarda en advertir que en realidad todo los aldeanos han muerto, y muere él también, pero la novela sigue su curso, con nuevos monólogos y conversaciones entre difuntos, trazando el sobrecogedor retrato de un mundo arruinado por la miseria y la degradación moral. Como el Macondo de Gabriel García Márquez, la ardiente y estéril Comala se convierte en el espacio mítico que refleja el trágico desarrollo histórico del país, desde el Porfiriato hasta la Revolución Mexicana.

Desde el punto de vista técnico, la novela se sirve magistralmente de las innovaciones introducidas en la literatura europea y norteamericana de entreguerras (Proust, Faulkner, Joyce), línea que seguirían en los 60 muchos autores del Boom; planteado inicialmente como un relato en primera persona en boca de su protagonista, se asiste en seguida a la fragmentación del universo narrativo por la alternancia de los puntos de vista (con uso frecuente del monólogo interior) y los saltos cronológicos. Rulfo escribió también guiones cinematográficos como Paloma herida (1963) y otra excelente novela corta, El gallo de oro (1963). En 1970 recibió el Premio Nacional de Literatura de México, y en 1983, el Príncipe de Asturias de la letras.







DEFINICIÓN DE FIGURAS RETORICAS


Las figuras retóricas, también llamadas figuras literarias, representan una manera diferente de utilizar el lenguaje. La finalidad de estas figuras es crear un estilo comunicativo más original, más literario.

En español existen más de cien figuras retóricas y muchas de ellas son variantes de una misma idea. Por otra parte, hay que tener en cuenta que todas ellas se basan en una idea o estructura general, es decir, un sujeto, un verbo y un predicado. Las figuras retóricas parten de esta regla pero con la intención de romperla en algún sentido.


Elipsis:Consiste en eliminar algún elemento de una determinada frase para alcanzar un énfasis superior. Un ejemplo podría ser que, en vez de escribir el refrán popular “En abril caen aguas mil” en su totalidad, colocar: “En abril, aguas mil”.


InterrogaciònLa interrogación, desde el punto de vista retórico, es aquella que no se realiza para obtener información sino para afirmar con mayor énfasis la respuesta contenida en la pregunta misma o, en otros casos, la ausencia o imposibilidad de respuesta.
     Retrato: una figura retórica que consiste en la combinación de la descripción de                los rasgos externos (físicos) e internos (psicológicos) de personas:

1.             Es una mujer hermosa (rasgo físico) y buena (rasgo interno)

La Prosopopeya o Personificación: es una figura retórica que consiste en atribuir cualidades o acciones propias de seres humanos a animales, objetos o ideas abstractas:


·       La naturaleza es sabia → la sabiduría es una cualidad humana
La Prosopopeya es un recurso literario característico de fábulas y cuentos infantiles. 

La Aliteración: es una figura retórica que consiste en la repetición de sonidos presentes en palabras contiguas o próximas:
    ·                     Bajo el ala aleve del leve abanico → repetición de los sonidos [l] y [b]
La Aliteración tiene la virtud de captar la atención y provocar un efecto de musicalidad y sonoridad, así como también usada en trabalenguas.








DEFINICIÓN DE LITERATURA
El proceso de significación y comprensión de algún tipo de información y/o ideas almacenadas en un soporte y transmitidas mediante algún tipo de código, usualmente un lenguaje, que puede ser visual o táctil también se entiende por el proceso de aprehensión de determinadas clases de información contenidas en un soporte particular que son transmitidas por medio de ciertos códigos, como lo puede ser el lenguaje. Es decir, un proceso mediante el cual se traducen determinados símbolos para su entendimiento. Se puede optar por códigos de tipo visual, auditivo e incluso táctil, como ocurre con el Braille, un método que utilizan los no videntes. Cabe destacar que existen alternativas de lectura que no necesariamente se respaldan en el lenguaje, como sucede por ejemplo con los pictogramas o la notación.


GENEROS LITERARIOS


El concepto de género se ha ido conformando históricamente; se entiende por género un conjunto de constantes retóricas y semióticas que identifican y permiten clasificar los textos literarios. Los géneros literarios son los distintos grupos o categorías en que podemos clasificar las obras literarias atendiendo a su contenido.
Puede resultar sorprendente que aún se utilice la primera clasificación de los géneros, debida a Aristóteles, quien los redujo a tres: épica, lírica y dramática. Hoy se mantiene esencialmente la misma clasificación con distintos nombres (narrativa, poesía y teatro), pero la evolución de los gustos y modas estéticas ha provocado que en muchos textos modernos resulte difícil fijar rígidamente los límites entre lo puramente lírico, lo narrativo o lo dramático
GÉNERO LÍRICO: Los textos líricos expresan el mundo subjetivo del autor, sus emociones y sentimientos, o una profunda reflexión. Suele escribirse en verso pero también se utiliza la prosa.

SUBGENERO LIRICO

Oda: Composición lírica en verso, de cierta extensión y de tema noble y elevado.
Himno: Composición solemne que expresa sentimientos patrióticos, religiosos, guerreros...
Elegía: Composición lírica que expresa sentimientos de dolor ante desgracias individuales o colectivas.
Égloga: Composición poética de sentimientos amorosos y de exaltación de la Naturaleza, puesta en boca de pastores.
Canción
: Expresa habitualmente emociones de tipo amoroso.
Sátira: Composición lírica, en verso o en prosa, que censura vicios individuales o colectivos.
Epigrama: Poema mordaz, agudo y conciso, generalmente escrito en verso. En Roma se desarrolló el epigrama como una breve sátira en verso que acababa con alguna expresión punzante. Desde el Renacimiento italiano, el epigrama adopta en la poesía occidental la forma del soneto. Las greguerías de Gómez de la Serna y los proverbios de Machado, pueden ser considerados modernos ejemplos de epigramas.
GÉNERO ÉPICO: Relata sucesos que le han ocurrido al protagonista. Es de carácter sumamente objetivo. Su forma de expresión fue siempre el verso, ahora se utiliza la prosa.

Subgéneros Épicos

La epopeya: Narra una acción memorable y de gran importancia para la humanidad o para un pueblo.
Poema épico: Relata hazañas heroicas de un héroe nacional con el propósito de exaltar los valores de la nación. Los creados en la Edad Media se conocen como Cantares de gesta; de tradición oral, se componían para ser cantados por juglares o por los propios trovadores.
El romance: Narración en versos octosílabos con rima asonante en los pares, que describe acciones guerreras, caballerescas, amorosas...
La fábula: Relato en prosa o en verso de una anécdota de la cual puede extraerse una consecuencia moral o moraleja; sus personajes suelen ser animales.
La epístola: también escrita en verso o en prosa, expone algún problema de carácter general.
GÉNERO DRAMÁTICO: Obras escritas en forma de diálogo y destinadas a la representación. En ellas el autor plantea conflictos diversos. Pueden estar escrito en verso o en prosa.
Subgéneros Dramáticos:

La tragedia: Es la representación de terribles conflictos entre personajes superiores y muy vehementes, los cuales son víctimas de un destino ineludible; suele acabar con la muerte del protagonista.
La comedia: Es la representación, a través de un conflicto, del aspecto alegre y divertido de la vida, y cuyo desenlace tiene que ser feliz.
El drama: Es la representación de problemas graves, con intervención, a veces, de elementos cómicos, y su final suele ser sombrío.
Ópera: Composición dramática, en la que los personajes cantan íntegramente sus papeles, en lugar de recitarlos.
Zarzuela: Obra literario-musical, genuinamente española, en la que se combinan escenas habladas y cantadas. Suele reflejar vivos cuadros de costumbres, preocupaciones populares, sátiras políticas.
Paso, entremés y sainete: Piezas breve en un acto, en prosa o en verso, de tema ligero. El origen del sainete se encuentra en la tradición popular y posee un humor festivo y picaresco. Solía representarse en los entreactos de obras mayores. El sainete deriva del entremés y del paso y acentúa lo humorístico y popular de este último.
Auto sacramental: Obra de carácter alegórico que trata sobre un dogma de la Iglesia católica y tiene como fondo la exaltación del sacramento de la Eucaristía.

Melodrama: Nombre que en el siglo XIX recibían determinadas obras dramáticas de tipo folletinesco, convencional, caracterizadas por sus fáciles concesiones a un público sensible
POEMA XV
Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastante.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

Pablo Neruda, 2007
La Carta de una Suicida

Un día nublado, perfecto para una muerte. La mía. Ya no sé qué hacer con mi vida, sé que debo ser fuerte, que la vida solo te pone pruebas que puedes superar pero no puedo superar esto, no lo que me acaba de pasar.
A pesar de que las alturas me dan miedo no encuentro una mejor opción que esta, tirarme de este puente. Soy una cobarde por no poder superar esto pero ¿Qué chica puede superar una violación? Creo que ninguna. No creo que importe mucho mi nombre pero si alguien encuentra esta carta algún día quizá se pregunte quien fui yo, quien esta cobarde que se quitó la vida sin más.
No quiero que me recuerden así, o que me conozcas así tú que lees esto, pero no quiero mentir, así que te diré mi nombre. Me llamo Jean. Tengo 17 años, me encanta leer porque es de la única forma en la que puedo desaparecer del mundo, soy divertida en las fiestas de mis amigos, alegre en las reuniones familiares y también soy un poco sentimental cuando veo la película que más amo por muchas veces que la haya visto. Recuérdame así, por favor.
Quizá estés pensando “¡Dios! Hay más chicas que pasaron por lo mismo y que han salido adelante, no seas patética” Pero si me dejaras contarte lo que en realidad paso quizá pienses otra cosa.
*Era lunes, un día soleado pues la primera acababa de comenzar, la temperatura subía cada vez más, mi madre me había dejado en la entrada, beso mi frente más por obligación que por cariño y se marchó con mi hermano pequeño en el asiento de atrás, le dije adiós con la mono y el hizo lo mismo. Llevaba mi suéter amarrado a la cintura pues el calor era tan intenso que si me lo pondría seguramente sudaría demasiado y no quería eso.
Al llegar al salón todos me miraron pero no le dieron importancia pues estaban con la típica chica popular, Katherine. Nunca había hablado con ella a pesar de estar siempre en el mismo salón, solo la vez que me pidió la tarea en primaria, no se la pase porque no la tenía, ella creyó que sí y me llamo “Mentirosa” sin embargo, no le di explicaciones, me molesto bastante su comentario.
Me senté al lado de mi única amiga, Alicia, la conocí desde el segundo año de preparatoria, cuando se cambió de la escuela pues su mamá se dio cuenta que tenía un novio y sus padres son demasiado estrictos. Inclusive tengo que ser demasiado educada cuando voy a casa de Alicia, si no, no podría ser su amiga.
-¿Ya te invitaron?- me dijo.
-¿A dónde?- respondí.
-Daniel organizo una fiesta por su cumpleaños y nos invitó a todos por red social.- me mostro su móvil, mire a los invitados y casi toda la escuela estaba ahí, claro solo a mi podría gustarme el chico más popular de todos.
Saque el móvil de mi mochila, mire mis notificaciones y nada. Ni una invitación o algo de ninguna fiesta, no puedo creerlo, no me invito. Bueno, no esperaría que lo hiciera, en realidad creo que  le gustan más las chicas como él, como Katherine.
Agache la mirada, y sentí la mamo de Alicia en la espalda.
-Tranquila, yo no iré, mis padres jamás lo permitirían pero si quieres podemos ver películas en mi casa ese día.- murmuró.
-Seria perfec…- comencé, pero una voz me interrumpió.
-Jean, hola.- era Daniel.
Le sonreí, sentí como el rubor recorría toda mi cara. Con él solo había hablado un par de veces, es tan lindo.
-Hola, Alicia.- saludo.
-Hola, Daniel.- le respondió mi amiga, con una sonrisa de burla por mi sonrojo.
-Jean, ¿tienes un minuto?- me pregunto aquel chico de ojos azules. Alicia, tomo sus cosas y se marchó, Daniel se sentó al lado mío, mis nervios iban en aumento, no sabía qué hacer.- Escucha, mi cumpleaños es el próximo fin, y organice una fiesta… y pues me gustaría que asistieras.- dijo, y me dio una linda sonrisa.
¡No podía creerlo! Estaba explotando por dentro, mi amor platónico me había invitado en persona a su fiesta, no había invitado a nadie en persona más que a mí.
-Ah… este… claro, me encantaría.- tartamudeé.
-Fantástico.- murmuro.- Tengo que irme a clases, te veo luego.
Asentí, besó mi mejilla y se marchó. Me quede atontada por ese beso, lo seguí con la mirada hasta que salió del salón. Suspire, y note que Katherine me estaba mirando con demasiado odio, se le notaba por como apretaba sus puños y le temblaba ligeramente el labio inferior.
Cuando Alice volvió le conté lo sucedido, ella hacía gestos de sorpresa y al terminar de contarle abrió los ojos más de lo normal. Ella dijo algo así como “Sé que en el fondo le gustas, es más que obvio.” Pero no le creí, no me sentía con la belleza suficiente para gustarle a alguien como Daniel, el tan guapo, con unos ojos perfectos de un azul claro, además, cientos de chicas más lindas que yo desearían tener una cita con él.
Tome el autobús escolar, me coloque los audífonos para no aburrirme en el transporte, pues por Alicia pasaba su padre a la salida, incluso llegaba diez minutos antes para que no se fuera a ninguna parte.
Llegue a casa, podía sentir ese vacío que siempre está presente, la falta de calidez que debe de haber en una casa, el amor que tiene que fluir en el aire, solo podría percibir un frio que me invade desde que llego a casa hace unos meses. Mi padre falleció hace casi un año, mi madre dice que es mi culpa pero yo jamás quise que mi padre muriera en aquel accidente de auto. Era noche, yo había ido a casa de una compañera para realizar un trabajo en equipo, estaba lloviendo y mi padre iría a recogerme, cuando estuve a punto de marcar a su móvil para saber el motivo de su tardanza y si llegaría pronto recibí una llamada, mi madre me informaba que a mi padre se había impactado contra un camión de carga a poco kilómetros de la casa de mi compañera, ese día me quería morir con él, sin embargo tenía que darle apoyo a mi madre, y cuidar a mi hermano, James.
Desde aquel día mi madre ya no es la misma, me odia, siempre me dice fue mi culpa, pero no lo fue. Sé que esta dolida, pero la necesito, necesito que me escuche sin embargo es muy distante, llegara en unos minutos con mi hermano del preescolar, comerá, me dirá que cuide bien a James, y se ira de nuevo a su empleo, después volverá hasta tarde y será igual al día siguiente.
Subí a mi habitación a darme un baño y adelantar mis deberes para dedicar mi tarde a mi hermano. Cuando estaba a media tarea vibro mi móvil pero no le di importancia, necesitaba terminar.
-¡Jean!- grito mi hermano al llegar a casa.
Baje a la sala y lo abracé. Mi madre dejo la mochila y su maletín en el sofá, paso a mi lado sin saludarme y dejo una bolsa con comida que había comprado en la mesa. Lleve a James a la mesa, y tome mi plato de comida.
-Mamá, ¿podrías darme permiso de ir a una fiesta?- pregunte al ver que ella casi terminaba de comer.
Ella solo asintió.
-¿De verdad?- la mire incrédula.- ¿No quieres saber a dónde voy?
-No.-respondió tan indiferente.- Puedes ir, me iré al trabajo, cuida bien de tu hermano.- dijo eso y se marchó.
Una lagrima rodo por mi mejilla, tenía tanto coraje porque ella fuera así conmigo. ¡Joder, yo no tuve la culpa!
Espere a que terminara de comer James, tome el móvil y tenía un mensaje de un desconocido.
“Hola, linda. Soy Daniel”
Me emocione mucho, y le platique a mi hermano que no me puso atención, le platique todo de él. Después le marque a Alicia y le conté sobre el mensaje, ella grito conmigo, nos emocionamos y demás, luego escuche como sus padres la regañaban pues según ellos una señorita decente no debe de comportarse de esa forma, pero seguimos gritando luego de eso.
Se  llegó el fin de semana, Alicia no podría ir pues no la habían dejado, así que solo iría yo. Mi madre no estaba, había ido a casa de su hermana con James, me dijo que no tenía ganas de llevarme y que mejor me dejaba dinero en la mesa para que tomara un taxi.
 Decidí ponerme un vestido corto negro, algo pegado al cuerpo pero no lo suficiente sino no me sentiría cómoda; unos zapatos altos plateados, un lindo collar del mismo color y deje mi cabello suelto, me maquille solo un poco, tome mi bolso y salí. 
Estaba muy nerviosa por dos cosas, la primera: me daba demasiado miedo ir sola en un automóvil, a un lugar algo lejos con un hombre al que no conocía. Y la segunda: estaba a punto de ir a la casa del niño que más me ha gustado. Tome un taxi de sitio, le di la dirección y nos marchamos, el señor me dio bastante confianza pues me iba platicando de su vida como todo buen taxista.
Sinceramente el lugar donde vivía Daniel no me daba mucha confianza, la colonia estaba oscura, y estaba muy sola, logre ver su casa desde un poco antes de llegar, la música se escuchaba hasta afuera, había varios carros estacionados afuera y algunos chicos también.
Le pague al señor de taxi por sus servicios y baje, salude a cuantos chicos conocía y otros más me saludaban a mí. No veía por ninguna parte al único chico que quería saludar, quizá estuviera en el patio trasero con sus amigos. Salí al patio trasero y en efecto, él estaba ahí, tan apuesto como el primer día que lo vi, estaba charlando con sus amigos y una que otra chica estaba a su alrededor.
Él se giró hacia la puerta, me miro ahí y me sonrió, yo me sonroje pero también le sonreí. De repente mi corazón se aceleró a mil por hora, mis nervios aumentaban más a cada paso que daba, se estaba acercando a mí, mis manos comenzaron a sudar, di un largo suspiro y también avance hasta él.
-¡Wow! Jean, te ves increíble.- me miro de arriba abajo, tomo mi mano y me dio una vuelta.
-Gracias, tú también te ves muy bien.-dije, y esa era la verdad.- Felicidades por tu cumpleaños, te traje un presente.
Saque de mi bolso una linda caja de terciopelo negro que contenía un reloj, no sabía que darle así que fui al centro comercial, lo vi y me gusto.
-¡Esta increíble! Que linda, gracias.- me abrazo.
Al sentir su contacto cerré los ojos para disfrutar mejor del momento y respondí a su abrazo. Al apartarse de mi lado dejo un beso en mi mejilla y me sonroje aún más.
-No es na…nada.- tartamudeé.
-¿Quieres poco de refresco, quizá?- dijo señalando el interior de su casa.
-Un poco de refresco está bien.- le dije.
Daniel soltó una pequeña carcajada y fuimos a servirnos refresco. Estuvimos juntos toda la noche, él no me dejo sola ni un momento, me presento con todos sus amigos y se portó de lo más lindo conmigo, siempre había sido de lo más lindo conmigo pero ahora se le nota mucho más. Platicamos una cuantas horas, me conto sobre lo que quería hacer en su vida, quería ser un gran arquitecto, no depender de nadie y quizá tener una familia, creo que lo que la mayoría quiere ¿No? Una familia y un futuro feliz.
-¿Te gustaría bailar?- me pregunto mientras señalaba la pista de baile.
Yo asentí y él extendió su mano, yo gustosa la tome y avanzamos al centro de la pista donde varias parejas ya bailaban, esto parecía ser un sueño. Creo que a partir de hoy este será uno de los mejores días de toda mi vida. Bailamos por un largo rato, sin mencionar palabra alguna y en ocasiones tarareábamos el sonido de una canción.
-Jean…- murmuró.
-¿Si?- dije, mi cabeza estaba recargada en su hombro.
-Eres una chica muy linda, perdona mi atrevimiento pero… me gustas.- suspiró.
¡Dios! No puedo creer lo que acaba de decir. ¿Es en serio? No puede ser, jamás creí que yo le podría gustar a mi amor platónico, creí que para él yo era una chica más, alguien equis que ni siquiera era considerada una amiga, pero no. Quería explotar de la felicidad, en mi interior sentía mariposas, sentía algo inexplicable, simplemente no lo podía creer.
-¿Qué dijiste?- lo mire atónita.
-Me gustas, Jean, y me gustaría que nos tratáramos mas.- me sonrió.
Yo le sonreí, asentí y él me abrazo levantándome del suelo. Coloco un mechón detrás de mí oreja y me beso. ¡Súper mágico! Me dijo que tenía que ir a su habitación por unas cosas. Me quede en el jardín, estaba sentada en una banca y en eso se me acerco Katherine.
-Sé lo que te dijo Daniel, pero no le creas.- me dijo de la nada.
-¿Disculpa?- le dije, estaba algo impactada por lo que había dicho.
-Que no le creas, en realidad él y yo somos novios.- asintió.
-No te creo.- la fulmine con la mirada y use un tono de voz potente.
-Bueno, pero luego no digas que no te lo dije.- se levantó y entro a la casa.
Me quede pensando en lo que había dicho, no sabía si creerle o no, pero no me dio más tiempo de pensar ya que en ese momento llego Daniel. Seguimos platicando hasta que su hermana mayor se acercó y le dijo que ya sería una buena hora de partir el pastel, él asintió y entramo a la casa. Todos cantamos las mañanitas y mi chico soplo las velas, imagino que antes pidió un deseo. Aplaudimos y muchos le dieron un abrazo, incluyéndome.
-¡Oigan!-grito Katherine desde arriba de una silla.- Quiero informarle a todos que Daniel y yo ya somos oficialmente una pareja.- se bajó de la silla y beso a Daniel en los labios.
Era cierto.
Mis ojos se humedecieron de inmediato, mire las caras de los demás y todos lo miraban con caras felices. Aparte a todos de mi camino y salí de la casa de Daniel, las lágrimas recorrían mis mejillas, lo que antes era una enorme felicidad ahora era un gran vacío de tristeza. Me creí por un momento las palabras bonitas de un chico al que consigue a la niña que quiere con solo tronar los dejos, maldita sea.
Corrí por las calles sin saber a dónde ir, todo estaba solo y tan oscuro, al parecer la gente de por aquí no acostumbra salir tan tarde, solo había una tienda abierta a unas casas de donde yo estaba, no sé dónde estaba pero caminaría hasta conseguir un taxi.
Escuche a Daniel gritarme detrás de mí no quería voltear, me había destrozado la pequeña ilusión que me había hecho.
-Jean, espera.- me grito.
Me detuve un momento, mis piernas temblaban al igual que mis labios, estaba bastante enojada.
-Gracias por detenerte, escucha, eso no fue cierto.- dijo limpiando mis lágrimas.- Jamás andaría con ella, solo me gustas tú.
-Pero ella dijo que...- comencé.
-Sé lo que dijo ella, pero no fue cierto. Y él beso, no le respondí.- murmuró.
-Me dolió demasiado verte así con ella.- le dije.
-Me imagino, pero todo fue una mentira de esa maldita. Ya le pedí que se fuera, regresemos por favor.- me abrazo.
Respondí a su abrazo y asentí mordiendo mi labio inferior. Entrelazamos nuestras manos y antes de que dieras la vuelta a la esquina un hombre de barba larga, mal vestido, sus ojos amarillos y sus ojos rojos que me decían que se había drogado antes se acercó a nosotros.
-Hola.- murmuro.
-Vámonos, Jean.- me dijo Daniel. Apreté su mano un poco.
El hombre coloco su mano en el hombre de mi chico provocando que se detuviera y yo igual.
-Escuche, señor, no tenemos dinero.- le dijo Daniel de una manera bastante tranquila, y poniéndome detrás de él. Estaba demasiado asustada.
-¿No? Bueno, no importa, tu amiga es muy bella.- paso la lengua por sus labios.
-¡Jean, corre!-  grito Daniel.
Soltó mi mano y corrí pero me detuve al escuchar un grito desgarrador, me gire sobre los talones y mire como aquel hombre sacaba una navaja del abdomen de Daniel, él cayó de rodillas sobre el suelo con las manos sobre la herida y luego caía por completo sobre el suelo. Estaba atónita, no sabía qué hacer, verlo caer ahí sin más me dejo sin palabras, no podía moverme.
El hombre me tomo de los hombros y tapo mi boca con sus manos, yo intente patalear pero me dio un golpe en la cabeza dejándome inconsciente en el suelo, lo último que vi fue la cara Daniel, con sus ojos cerrados... *
Ya sabrás lo que paso después, yo desperté en un hospital y ahí fue donde me entere que fui abusada de manera brutal. El hombre logro escapar, pero ahora lo busca la policía.
Daniel murió camino al hospital pues había perdido mucha sangre.
La hermana de Daniel nos encontró luego de que notara que no llegábamos a la fiesta. Al saber todo eso entre en shock, no sabía cómo reaccionar ni que decir, mi madre jamás entro a la habitación para verme aunque estaba fuera. Luego de unas horas empecé a destrozar toda la habitación, tuvieron que darme varios calmantes para lograr tranquilizarme.
Al llegar a casa mi madre me corrió, dijo que era la peor hija del mundo, parte de tonta por salir sola en una calle oscura, y por la muerte de mi padre.
Llegue a casa de Alicia, pero hoy me he salido de ella, tenía que recoger los estudios que me habían hecho en hospital y esa es otra razón para estar aquí a punto de tirarme de un puente. Me da demasiado asco, asco de que me hayan tocado sin permiso, y asco de que el sujeto me haya contagiado de un infección de transmisión sexual, no te diré cual pues no quiero que me imagines de esa manera.
¿Ahora entiendes? Estoy aquí porque creo que no poder vivir con esto. Ahora me doy cuenta de que aparte de cobarde, fui una tonta. Quizá si no le hubiera creído a Katherine no hubiera salido corriendo, yo seguiría con mi vida como hasta hace unos días, Daniel seguiría vivo y por lógica la historia seria otra. Creí en ella por mi autoestima tan baja, por no creer que yo podía gustarle a alguien tan especial, ahora si estoy convencida que no le gustare nadie, todo eso no hubiera sido así, pero bueno, el hubiera ya no existe.
Me gustaría que tú que estás leyendo esto me recuerdes como ya te había dicho, quitando lo sucedido en mi vida, piensa que ahora estaré con mi padre donde se supone que no hay dolor, espero que el si me comprenda, también podre pedirle perdón a Daniel por provocar su muerte aunque yo no hubiera querido.
Sé que quizá odias a mi madre por ser tan cruel, pero, si yo no la odio no me gustaría que tú sí. Es mi madre y la amo pesar de todo, solo espero que si se entera de lo que he hecho hoy no me odie más, si es que se puede.
Dile a James que lo amo, que lamento dejarlo pero no puedo con esta vida, simplemente no puedo y no me gustaría que el creciera y me mirara raro, aunque sé que no será así con nadie, que será un ángel y yo prometo cuidarlo desde el cielo.
Alicia, ella, solo te diré que espero siga siendo feliz, que se consiga otra amiga y que sepa que es demasiado especial para mí, que gracias por su apoyo y lamento haberme escapado de casa.
¿Sabes? Justo ahora estoy sentada en el puente,  donde pasan todas las personas y todas, sin excepción me miran como bicho raro, eso me da un poco de gracia, eso es bueno, moriré un poco feliz.
Quiero decirte algo más, espero que tu vida sea una de las mejores que puedan existir, que todos tu sueños se cumplan, que alcances todas tu metas y que no te pase nada malo, sé que eres una buena persona porque si has llegado hasta aquí es porque te importo mi historia y eso se agradece porque cualquier otro hubiera tirado esta carta sin darle importancia ¿no?
Sin conocerte, te quiero y te deseo la mejor de las suertes.
Tranquilo, no vendré a “jalarte los pies” en la noche, no, yo no podría hacerte eso.
Gracias por escucharme, nadie sabe esto que me paso, ni siquiera se lo conté a mi mejor amiga porque el simple recuerdo me hace llorar, quizá haya personas que conozcan partes de la historia pero no se la saben completa.
Ahora me voy, dejo esta vida para ir a un lugar mejor, también quizá me vaya al infierno por pecadora, y si me voy ya no importa, créeme que lo que siento ahora no será nada comparado con ese lugar.
Que no se te olvide, recuérdame como una chica feliz, con una vida única.
Disculpa las marcas de lágrimas que tendrá la hoja cuando se sequen, pero puedo evitarlo.

Un favor, cuando termines de leer quema esto, no quiero que nadie más lea esto, las palabras de una cobarde, la historia de una tonta… la carta de una suicida…

      

                                                                                                   Alejandra Diaz Barrera